martes, 8 de octubre de 2013

Amanda

Cuando Amanda tenía tres años dibujaba en las paredes de su casa, que era una escuela con un corredor grandísimo y espacioso en el que se podía hasta montar bicicleta como si se estuviera en una cancha de un parque, del parque San Carlos. La sala estaba decorada con cuadros de Oswaldo Vigas, pero el que más llamaba la atención era una tela enmarcada en la que se leía el Credo de Aquiles Nazoa, el poeta de su infancia. 

Todas las mañanas encontraba pegada con un imán, en la nevera de la cocina, una hoja blanca con un dibujo caricaturizado de una tortuga. Amanda repetía hasta el cansancio "Buen día, tortuguita, periquito del agua, que al balcón diminuto de tu concha estás siempre asomada, con la triste expresión de una viejecita que está mascado el agua…". Por las noches, su papá le contaba sobre la Vida privada de las muñecas de trapo. Amanda aprendió el abecedario en inglés y en español, al mismo tiempo, sin ni siquiera darse cuenta… Un día se encontraba diciendo “A de apple, E de elefante, C de cat”.


Amanda tiene dos hermanas: María Auxiliadora, la mayor, lleva el mismo nombre de su mamá y María Laura, la menor, ha sido desde 1995 su compañera de cuarto y de vida. Amanda es la única que no tiene un “María” en la partida de nacimiento. Dejó de rayar las paredes hace varios años; ahora tiene una colección de libretas gastadas y una caja de bolígrafos sin tinta. Alrededor de su cama siempre se ven libros, sobre todo un poemario que le regaló su papá cuando cumplió 18 años. En su Ipod están todas las canciones de Elton John y Simón Díaz, esas que tanto le recuerdan a su infancia y que memorizó mucho antes de aprender a hablar.